La comunicación en salud pública es una herramienta fundamental para informar, influir y motivar cambios en la sociedad, tanto a nivel individual como a nivel institucional, y así conseguir mejorar la salud de la población. Sin embargo, una comunicación inadecuada puede tener un impacto muy negativo en la salud de la población, más allá de los efectos de la propia enfermedad o la situación de salud a la que se refiera, ya que puede contribuir a la implantación de creencias incorrectas que den paso al establecimiento de estigma y actitudes discriminatorias. La experiencia con la infección por el VIH nos ha enseñado que desarticular estas creencias estigmatizantes y discriminatorias es mucho más complejo que instaurarlas. Una gran parte de los esfuerzos dedicados al control del VIH en este momento están, precisamente, dirigidos a conseguir reducir dichas actitudes, que se consideran una de las mayores barreras para el alcance de los objetivos de control de la infección].
La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica el estigma como un aspecto central de la pandemia por mpox (o en castellano, siguiendo las recomendaciones que se presentan más adelante en este documento, Viruela M). La estigmatización relacionada con la Viruela M (mpox) que puede verse incrementada por la presencia de lesiones cutáneas, puede socavar los esfuerzos de salud pública o prolongar un brote de una infección, ya que las personas pueden ser más reacias a ir en busca de cuidados y tratamiento. En el caso de la Viruela M (mpox), la estigmatización, la discriminación se han dirigido especialmente contra las comunidades inicialmente más afectadas por la infección, a saber, los hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH), las personas trans y las comunidades de género diverso, interseccionando con otros ejes de discriminación como el origen en países endémicos.