El cerebro es el encargado de regular la temperatura y mantener nuestro organismo en una temperatura confortable, es decir, que si hace calor activa mecanismos biológicos como sudar, etc. Para regular la temperatura si hace frío tenemos la necesidad de abrigarnos o comer alimentos ricos en grasa o en hidratos de carbono para mantener en el organismo una temperatura entre 35 y 37 grados centígrados. Sin embargo, en una misma familia el padre, la madre, abuelos y hermanos reaccionan diferente ante la misma temperatura. Por ejemplo, para muchas personas una temperatura de 23-25 grados centígrados es confortable, permite estar sin sufrir calor, sin embargo, algunos miembros de la familia tienen frío y tienen que abrigarse y olvidarse de la ropa de manga corta. Es decir, todas las personas percibimos diferente el frío porque tenemos diferentes respuestas biológicas ante la misma temperatura que estamos expuestos.
Actualmente, se conoce que la herencia tiene un papel fundamental en la regulación de los mecanismos compensadores de la temperatura. Todos hemos escuchado la expresión “que piel tan gruesa”, “como come y no engorda”, “ella siempre tiene frío” estas variantes individuales no se pueden modificar, forman parte de lo que hace especial a cada persona, inclusive en miembros de la misma familia. Una persona que tenga mayor tendencia a la piel grasa tendrá más protección ante las temperaturas externas y menor pérdida de calor interno al ser más gruesa. La cantidad de grasa corporal proporciona más protección para el frío. Quienes son delgados o tienen un bajo índice de grasa corporal, probablemente estén menos protegidos ante las bajas temperaturas. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos engordar, ya que esto trae consigo muchos más riesgos de salud, que ser "frioleros". El estrés continuo afecta negativamente a todo nuestro cerebro, afecta a genes que regulan el estado de ánimo siendo un factor que dificulta una correcta respuesta al frío.
Sí. Las mujeres están más preparadas para afrontar las temperaturas extremas y precisamente por ello son más frioleras. Cuando están en un ambiente frío las mujeres tienen dos mecanismos para regular la temperatura: 1.- cierran los vasos sanguíneos de la piel para impedir que se pierda calor. 2.- tiene mayor proporción de grasa subcutánea que el hombre, pierde menos calor por radiación, conservando así más calor en su cuerpo. Sin embargo, las señales que llegan al cerebro provenientes de la piel se traducen como frío y sienten necesidad de cubrirse.
Los niños no son más sensibles al frío que los adultos. Pensamos como padres o familiares qué los niños tienen más frío que los adultos, cuando vemos por la ventana que hace frío, que está lloviendo, neblina nos disponemos a vestir al pequeño como si fuera esquimal. Una expresión coloquial es que, si la madre tiene frío, el niño tendrá mucho más, ¿realmente es cierto? No, la termorregulación de los pequeños es igual que la nuestro: sienten el calor o el frío con la misma intensidad que nosotros. Casi siempre, los niños no son más sensibles al frío que los adultos; más bien al contrario, tienden a ser más activos. Corren, saltan, eso les facilita el hecho de entrar en calor.
Los recién nacidos son una excepción ya que aún están desarrollando los mecanismos para guardar el calor y enfriar el cuerpo cuando la temperatura se incrementa, todo esto es por la inmadurez de su sistema nervioso central. El porcentaje de grasa y agua que tiene un neonato es mayor cuando éste va creciendo. Por otro lado, cuando envejecemos nos pasa algo similar: perdemos la masa muscular, mayor porcentaje de grasa. Es recomendable llegar a la madurez de la vida con cierta cantidad de músculo y eso se logra fácilmente con paseos por el parque, por casa, etc. Estemos activos tanto en mente con corporalmente.
Impulsos nerviosos son enviados a los músculos para generar calor metabólico a través de los escalofríos, los vasos sanguíneos se contraen para evitar que se pierda calor por aquellas zonas que están más frías y concentrándolo en los órganos internos. Los impulsos también llegan a la corteza cerebral, la parte del cerebro en la que se produce el razonamiento y en la que se genera la información acerca de que estamos teniendo frío. Estas sensaciones se combinan con los impulsos que llegan desde el sistema límbico, el responsable de nuestro estado emocional para determinar cómo nos sentimos respecto al frío que estamos sintiendo. Todo en su conjunto nos lleva a realizar acciones que nos protejan contra ese frío. Nos tapamos, nos ponemos más ropa, nos acurrucamos y expresamos que tenemos frío, nos cuesta calentar las manos o los pies.
Sin embargo, la relación entre la temperatura y la fiebre o la inflamación se conoce desde hace mucho tiempo y múltiples evidencias señalan que la eficacia de la respuesta inmune puede verse influenciada por la temperatura modificando la expresión de genes involucrados en la defensa del individuo.
Abrigarles excesivamente no es malo. Tenemos mayor tendencia abrigar a los niños y a los ancianos por miedo a que estos lleguen a enfermar, por tal motivo, salen de casa con un equipamiento polar avanzado, situación que puede llegar a ser desagradable. El niño o el anciano sudarán y el sudor se quedará macerado por las sucesivas capas de ropa. Pero más allá de eso, no es perjudicial, sin olvidar que el sudor puede enfriar la piel y manifestarse como frío. Hay que valorar si un poco menos abrigado su hijo o abuelo saldrá a la calle igual de protegido, además de cómodo. Sin embargo, cabe destacar que el truco de las abuelas de vestirse en capas como si fueran capas de cebolla. Sin duda: entre poner al pequeño un grueso y pesado forro polar con una camiseta debajo o convertirlo en una especie de cebolla superponiendo prendas, escoja lo segundo. En climas muy fríos, lo mejor es utilizar distintas capas de ropa, aunque sean capas livianas. Esta manera de vestirnos favorece la creación de una mínima película de aire que tiene un carácter aislante. El sistema de capas, además, permitirá al niño o abuelo ir adaptando su temperatura en función de la temperatura ambiental, por ejemplo, en el cine, la casa o el salón del vecino.
Sí. Factores como el cambio de horario, el aumento de temperatura, los cambios de presión atmosférica y humedad, las horas de luz o la alergia al polen, provocan en el organismo un proceso de adaptación al medio que no sobrepasa las dos semanas de duración, durante el cual las personas pueden presentar síntomas como la fatiga, la somnolencia diurna, la dificultad en la concentración, la falta de apetito ó el aturdimiento.
La astenia primaveral no es considerada una patología, si bien puede entenderse como un proceso de adaptación al cambio de factores ambientales antes citados, los cuales provocan síntomas de fatiga, somnolencia diurna, dificultad de concentración, aturdimiento, irritabilidad que no exceden las dos semanas de duración. Personas alérgicas al polen pueden son más sensibles a este cambio estacional.
No está claro que los hombres padezcan más esta sintomatología que las mujeres. No obstante, algunos estudios afirman que hay una mayor prevalencia en hombres que en mujeres, un 56% en hombres frente a un 44% mujeres.
En cuanto a los rangos de edad, niños y ancianos son más sensibles a estos cambios ambientales de estación que personas adultas de mediana edad.
- Anticiparse al cambio de horario, adaptando gradualmente la rutina diaria a la nueva hora antes de que este cambio se produzca.
- Llevar un horario regular del sueño.
- Llevar un horario regular de comidas, menos alimentos calóricos y más frutas y verduras. Desayuno fuerte y cenas ligeras.
- No es preciso el aporte de vitaminas, si no una correcta alimentación.
- Abundante hidratación.
- Realizar ejercicio moderado.
El reflejo es una respuesta automática e involuntaria que realizamos ante un estímulo especifico. Esta respuesta refleja implica generalmente un movimiento muscular (al pincharnos un dedo, lo retiramos de inmediato), aunque puede consistir también en la activación de la secreción de una glándula interna (al ingerir azucares, se eleva la glucemia y como respuesta nuestro páncreas secreta Insulina para disminuir la glucemia).
Biológicamente hablamos del arco reflejo que abarca todos los componentes necesarios para que un reflejo se produzca:
Todo este proceso se produce de forma involuntaria y sin tener conciencia de ello.
Muchos reflejos protegen nuestro organismo contra estímulos dañinos (tos, estornudo, parpadeo) o capacitan a nuestro organismo para realizar funciones básicas sin dificultad (secreciones glandulares, ritmo cardíaco, ritmo respiratorio, dilatación de vasos sanguíneos, etc.).
En el ser humano hay distintos tipos de reflejos.
En clínica, la exploración de los reflejos nos ayuda a identificar y localizar determinadas patologías. En el recién nacido son de obligada revisión e informan del estado neurológico del bebé. La evolución y desaparición de muchos de ellos en los primeros meses igualmente se valoran en consulta.
Si, existen reflejos exclusivos de los primeros meses de vida y su aparición en la edad adulta pueden indicar una patología.
Por ejemplo, los reflejos primarios: los tiene el recién nacido y algunos de ellos desaparecerán en unos meses, por ejemplo:
Estos reflejos desaparecen en los primeros meses de vida.
Otros aparecen en los primeros meses, cuando se acaricia la boca el bebé gira la cabeza y abre la boca buscando el alimento (pecho o biberón).
A medida que el cerebro va madurando este tipo de reflejos desaparece, si persisten a partir de cierta edad pueden ser síntomas de una alteración del desarrollo del sistema nervioso.
Las verrugas vulgares o comunes son lesiones frecuentes en la población ocasionadas por proliferación de piel, causadas por el virus del papiloma humano (VPH). Se transmiten por contacto directo de persona a persona, e indirecto a través de ropa y fómites. También, pueden diseminarse a otras áreas del cuerpo del paciente. En la mayoría de los casos, el contagio se produce mediante el contacto cutáneo casual o a través de objetos compartidos, como toallas o paños. La presencia de lesiones en la piel, como padrastros o rasguños favorecen este contagio. La costumbre de morderse las uñas, también puede favorecer que las verrugas se extiendan a las puntas de los dedos y alrededor de las uñas.
El sistema inmunológico de cada persona responde al VPH de forma diferente; por eso, no todas las personas que entran en contacto con el virus desarrollan verrugas. Se estima que las verrugas afectan entre el 7 y el 19% de la población general.
Se distinguen cuatro tipos de verrugas:
Las verrugas comunes son pequeños bultos granulares en la piel que aparecen con mayor frecuencia en los dedos o en las manos. Son ásperas al tacto y también suelen presentar un patrón de pequeños puntos negros, que son pequeños vasos sanguíneos de sangre coagulada.
La mayoría de las verrugas son asintomáticas, salvo las verrugas plantares, y desparecen de forma espontánea, muchos pacientes consultan sobre todo por las repercusiones estéticas que ellas implican.
Las verrugas comunes suelen ser inofensivas y, con el tiempo, desaparecen por sí solas. Sin embargo, muchas personas deciden eliminarlas dado que les resultan molestas y ocasionan sentimientos de vergüenza.
Para reducir el riesgo de tener verrugas comunes, debemos evitar el contacto directo con las verrugas. Esto incluye tus propias verrugas. No te las arranques: esto puede propagar el virus. No uses en las verrugas la misma lima de uñas, piedra pómez ni alicate para uñas que usas en las uñas y la piel sanas, usa una lima de uñas desechable.
No te muerdas las uñas de las manos, las verrugas aparecen con mayor frecuencia en la piel agrietada. Quitar la piel que rodea las uñas de las manos facilita la propagación del virus.
Sé cuidadoso con el aseo y evita cepillar, cortar o afeitar las áreas que tengan verrugas. Si debes afeitarte, usa una afeitadora eléctrica.
Habitualmente las verrugas se resuelven en forma espontánea en algunos meses o años.
En población general, entre un 60 y un 70% de las verrugas desaparece espontáneamente antes de 3 meses. En niños, dos tercios de los casos se resuelven en un plazo de 2 años. Al desaparecer lo hacen sin dejar cicatriz, lo cual puede no ocurrir si hemos utilizado algún tratamiento.
Los tratamientos disponibles para el manejo de las verrugas están dirigidos para destruir todas las células infectadas por el virus, o lograr que el propio sistema inmune del individuo lo realice.
Hasta la fecha no existe ningún tratamiento 100% efectivo. Considerando ésto y la historia natural de las verrugas, sólo se recomienda tratarlas cuando éstas produzcan dolor, interfieran con la función normal del individuo (desempeño escolar o laboral) o por motivos estéticos importantes
Existen distintos tratamientos disponibles a la fecha: agentes queratolíticos, citotóxicos, inmunomoduladores, crioterapia, láser y la resección quirúrgica.
Dentro de los tratamientos posibles de implementar en la Atención Primaria, los agentes tópicos son los más utilizados; entre ellos, ácido salicílico y la podofilina.
Como ya hemos comentado, sólo se debe tratar aquellas lesiones que produzcan dolor, dificultades en la vida del paciente o un compromiso estético importante. Se sugiere iniciar la terapia con preparados tópicos que contengan ácido salicílico, explicando previamente al paciente, sus potenciales riesgos, es decir que al tratar pueden quedar cicatrices que no ocurrirían si se resuelven espontáneamente.
La palabra convulsión proviene de las palabras latinas convulsio y convellere que significa «juntar». El origen de las convulsiones está en descargas eléctricas súbitas, excesivas, coincidentes a la vez y anormales de un grupo de neuronas del cerebro (foco). Es como si unas células del cerebro se cargasen de energía eléctrica y la descargasen sin previo aviso todas a la vez. Equivale a crisis epiléptica.
La palabra epilepsia viene del griego epilambaneim, «coger por sorpresa». Equivale a enfermedad epiléptica y son convulsiones que se repiten y que tienen su origen en un proceso crónico de fondo.
Quiero dejar claro estas definiciones porque una sola convulsión o convulsiones repetidas debidas a agresiones agudas del cerebro (traumatismos) o que se pueden corregir o evitar (fiebre, alcohol, drogas), no son epilepsias.
Esta descarga eléctrica brusca y espontánea da lugar a contracciones de músculos, partes determinadas del cuerpo o todo el cuerpo en general.
La causa de esta actividad eléctrica incontrolable del cerebro puede deberse a múltiples causas: fiebre (frecuente en niños pequeños), sustancias tóxicas (fármacos, alcohol, drogas), traumatismos cerebrales o enfermedades que dañan una parte o varias del cerebro.
Todas las crisis epilépticas son síntomas de un mal funcionamiento o lesión cerebral.
Múltiples situaciones, sustancias y fármacos pueden originar convulsiones: fiebre, drogas (cocaína y anfetaminas -crack-), antidepresivos y fármacos utilizados para el tratamiento de las psicosis, antibióticos y antivíricos, anestésicos, analgésicos, contrastes radiológicos, la abstención de alcohol y fármacos empleados como tranquilizantes o para inducir el sueño.
La mayoría de las personas cuando piensan en convulsiones, suelen imaginarse el cuerpo de una persona que se sacude rápida y sin control. Pero no todas las convulsiones provocan este cuadro generalizado. Existen muchos tipos de convulsiones y algunos tienen síntomas leves.
Las crisis parciales o focales se originan en un área limitada del cerebro. Lo que veremos será lo que controla esa área. Las simples son las más frecuentes y el paciente es total o parcialmente consciente de los síntomas (no pierde el conocimiento): movimientos repetidos, destellos luminosos, musiquilla, zumbidos o palabras en el oído; olores o sabores intensos; sensaciones de tacto anormales, palidez, sudoración, accesos de calor en la cara, déjà vu -experimentar una sensación ya conocida o de asistir a un acontecimiento muy familiar que siempre es el mismo-, jamais vu -sensación de irrealidad o de estar en un sitio extraño-.
En las crisis generalizadas hay una alteración de la conciencia porque se afectan a la vez los dos hemisferios cerebrales. A su vez pueden ser no convulsivas o convulsivas. Las crisis generalizadas no convulsivas son las llamadas ausencias dónde hay una breve pérdida de conciencia que dura solo unos segundos por lo que puede pasar inadvertida, sin pérdida de la postura («pequeño mal» o ausencias típicas). El inicio y final son bruscos por lo que no es raro que la primera pista sea un “ensimismamiento” o la disminución del rendimiento escolar detectado por un profesor. Un 50% de los pacientes sufrirán una curación espontánea a los tres años.
Las crisis generalizadas convulsivas o «gran mal» son las que todo el mundo imagina cuando piensa en epilepsia. Estas últimas tienen una primera fase donde se produce una contracción muscular generalizada breve. El paciente se pone rígido: músculos de la masticación (mordedura de lengua y mejillas), brazos doblados y piernas estiradas; emiten un ruido gutural por la contractura laríngea, se interrumpe la respiración y el paciente se pone “azul”. A los 20-30 segundos aparece otra fase que dura + 1 minuto donde se producen sacudidas muy breves de las extremidades que se van haciendo más amplias y violentas. Durante esta fase pueden producirse luxaciones, fracturas y traumatismos. Tras esta, aparece una tercera fase dónde el paciente está adormecido, no responde, los músculos están flácidos, hay exceso de salivación que puede ser sanguinolenta si se ha mordido la lengua o las mejillas, y pérdida de orina y heces (no es un signo de gravedad, sencillamente indican que la vejiga y el intestino estaban llenos cuando se produjo la crisis). El paciente suele dormir varias horas y al despertarse no se acuerda de lo ocurrido, está confuso, con dolor de cabeza y dolores musculares por las contracciones.
Ante todo, mucha calma:
Tal vez insistir en las ausencias típicas o «pequeño mal» que pueden pasar inadvertida y que la primera pista sea un “ensimismamiento” del niño o la disminución del rendimiento escolar detectado por un profesor.
En adultos, el uso de drogas o fármacos que puedan desencadenar las crisis.
Duración de las mismas
Convulsiones que duran más de 5 minutos precisan de tratamiento anticonvulsivo inmediato.
Consecuencias de las convulsiones.
La mortalidad se debe al riesgo de sufrir estados de mal convulsivo y accidentes o asfixia durante los ataques. El exceso de mortalidad se da entre pacientes con enfermedades epilépticas que además tienen lesiones cerebrales graves y crisis incontrolables.
Listado de consejos sobre cómo proceder cuando alguien tiene convulsiones.
Probablemente el número de pacientes afectados de epilepsia está subestimado debido a la dificultad del diagnóstico de ciertos tipos de epilepsia y a la ocultación por estigmas sociales.
Científicos, escritores, músicos, artistas y personajes que influyeron en la historia de la humanidad padecían epilepsia: Albert Einstein, Alfred Nobel, Isaac Newton, Alejandro Magno, Julio César, Sta. Teresa de Jesús, San Pablo, Dovtoiesky, Van Gogh, Lord Byron, Charles Dickens, Napoleón, los actores Danny Glover y Richard Burton, Elton John; Tchaikovsky, Berlioz, Handel; y el héroe mitológico Hércules. De ahí que la epilepsia también se conozca como la «enfermedad de Hércules».
El estornudo es un acto reflejo de expulsión súbita e involuntaria de aire desde los pulmones hacia las fosas nasales y la boca que puede estar provocado por diversos agentes o sustancias, habitualmente por partículas extrañas que provocan irritación de la mucosa nasal. En otros casos, puede estar provocado por una alergia, por ingesta de algunos alimentos, infecciones virales, reacción a la luz… El estornudo es un reflejo importante de protección de las vías respiratorias ya que impide el paso de las partículas extrañas de la nariz a los pulmones. Asimismo, el moco nasal ayuda en la defensa de distintas agresiones del ambiente, es por ello que en el moco y en las secreciones que se producen durante el estornudo pueden ir partículas virales durante los periodos de infección que pueden alcanzar una distancia de hasta metro y medio y depositarse en las superficies.
Al igual que el estornudo, la tos tiene también como función proteger la vía aérea y los pulmones ya que permite el aclaramiento de secreciones como moco, sustancias nocivas, partículas extrañas, microorganismos infecciosos, etc. evitando su retención y aspiración y previniendo a la vía aérea de una posible infección. Las causas más frecuentes de tos aguda, es decir aquella con duración de hasta 3 semanas, suelen ser procesos infecciosos del tracto respiratorio y exacerbaciones de patologías pulmonares crónicas como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). En casos de tos con duración superior a tres semanas, su médico determinará las posibles causas como microorganismos específicos, hiperreactividad de la vía aérea postinfecciosa, reflujo gastroesofágico, etc.
Hay que practicar buenos hábitos de higiene al toser y estornudar. Cuando ocurra hay que cubrirse la nariz y la boca con un pañuelo desechable y echarlo en la basura o bien utilizar la parte superior de la manga para cubrirse la boca y la nariz por completo. Con ello impediremos esparcir los microbios y contagiar al resto de las personas.
Cuando estamos enfermos debemos evitar tener contacto con otras personas, como dar abrazos, besos o la mano y alejarse de los demás antes de toser o estornudar.
Las personas infectadas pueden transmitir los virus que causan resfriados a otras personas a través del aire y el contacto personal cercano. Esto puede pasar si estornudamos y nos tapamos la boca con la mano, estamos ayudando a propagar los virus por ejemplo cuando después damos la mano a alguien o tocamos una superficie como el pomo de una puerta o luego nos tocamos los ojos, la nariz… favoreciendo la diseminación de los virus y propiciando que nos enfermemos nosotros y los demás.
Las personas están a menudo tocando cosas, animales, alimentos, dinero, etc. por lo que estamos expuestos a multitud de gérmenes. De hecho, son muchas las patologías que pueden contagiarse a través de las manos, la tos y el estornudo si no practicamos unos buenos hábitos de higiene.
Si, es importante lavarse las manos durante 20 segundos y enseñar a los niños pequeños a que hagan lo mismo. Los virus causantes del resfriado pueden vivir en las manos y por eso, lavarse puede ayudar a no propagar la enfermedad.
Es debido a la bajada de temperaturas, mayor humedad en el ambiente y los cambios térmicos repentinos; todo ello, conforma un cóctel que favorece los resfriados. Además, la concentración por el mal tiempo en lugares cerrados durante más tiempo y el comienzo del curso escolar suele ser también un factor clave, ya que los niños al estar en contacto continuo con otros menores tienen más posibilidades de contagiarse, llevando los gérmenes a casa, por ello, es fundamental también educarles en las medidas de higiene descritas.
La alimentación es y ha sido siempre fuente de salud, de tal manera que ya muchos estudios epidemiológicos la relacionan con la disminución de enfermedad, la longevidad de la población y otras áreas de la salud en general. Entre los determinantes de la salud, ya citados por Lalonde hace más de 40 años, la alimentación y la dieta se han configurado como elementos básicos de los llamados estilos de vida principales a la hora del mantenimiento de una buena salud individual y poblacional. La dieta equilibrada, el descanso, el ejercicio, un ritmo de vida relajado, la eliminación del tabaco y la moderación en el consumo de alcohol fortalecen nuestras defensas de forma natural.
La dieta debe identificarse con “un estilo de vida saludable “.
Hay que aprovechar las propiedades de los alimentos de temporada para llenar nuestra despensa energética e inmune. La dieta mediterránea es probablemente una gran aliada en la alimentación otoñal. El otoño nos deja menos horas de luz y más frío, es frecuente la propensión a catarros y procesos gripales. Así pues, hay alimentos que nos aportan las vitaminas y oligoelementos necesarios para contrarrestar los rigores del clima y de nuestra actividad.
Los alimentos de origen vegetal que incluyen semillas (cereales, legumbres, frutos secos), tubérculos y raíces, aportan gran cantidad de energía junto a nutrientes esenciales, y frutas y hortalizas, que son grupos de enorme interés por sus beneficios con gran riqueza en vitaminas, elementos minerales y fibra, hacen que su consumo sea imprescindible para conseguir una alimentación sana y equilibrada.
Las vitaminas son esenciales:
Vitamina A: Fundamental para el sistema inmune y la prevención de infecciones y del envejecimiento, como antioxidante natural que es.
Alimentos que la contienen: Hígado, mantequilla y nata, huevos y lácteos completos, verduras de color verde oscuro, o de coloración rojo-anaranjado-amarillento como zanahoria, batata, calabaza, espinacas, lechuga, brócoli, coles de bruselas, tomate, espárragos, y frutas como, el melón, la papaya, el mango, el melocotón y las cerezas.
Vitamina B: Fortalece el sistema inmunológico.
Alimentos que la contienen: Hígado y vísceras en general, carnes de ternera, pollo y cerdo, huevos, y cereales integrales (arroz, trigo, avena…), legumbres (soja, guisantes, lentejas, garbanzos…) o las nueces. También en las setas, la levadura de cerveza y el germen de trigo.
Vitamina C: Esta vitamina contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones y nos defiende de las infecciones, siendo como otras vitaminas un poderoso antioxidante.
Alimentos que la contienen: Sus fuentes son sólo de origen vegetal y la contienen la gran mayoría de verduras (los pimientos, las coles, la coliflor, las espinacas, los tomates los pimientos y las patatas) y de frutas como plátanos, cítricos, mangos, manzanas, piñas, melón, fresas, kiwi, fresas, bayas, caqui o guayabas.
Vitamina E: Antioxidante también protege de la presencia de sustancias tóxicas que penetran el organismo por vía respiratoria o bucal. Estudios en humanos han demostrado un aumento de la respuesta inmune después de administrar vitamina E, especialmente en enfermedades por virus.
Alimentos que la contienen: aceites vegetales germinales (soja, cacahuete, arroz, algodón y coco), vegetales de hoja verde, cereales y panes integrales.
Flavonoides: Verduras de la familia de la col, verdura de hoja verde, frutas rojas, moradas y cítricos.
Hierro: Hígado, carnes (especialmente la de caballo), pescado, huevo y en menor proporción los lácteos.
Zinc: Su deficiencia se asocia a una mayor susceptibilidad frente a infecciones. Lo encontramos en carnes, vísceras, pescado, huevos, cereales completos y legumbres.
Selenio: Una carencia de esta sustancia también afecta a la inmunidad, que podemos contrarrestar con el consumo de carne, pescado, marisco, cereales, huevos, frutas y verduras.
Cobre: Antiinflamatorio y antiinfeccioso, el cobre está presente en hígado, pescado, marisco, cereales completos y vegetales verdes.
Ácidos grasos: Su fuente son los aceites de semillas (girasol, maíz, soja...), el germen de trigo y los frutos secos oleaginosos.
Algunos alimentos de esta temporada ricos en estas sustancias son:
Otros alimentos también interesantes por sus propiedades nutricionales son:
Para prevenir los catarros de otoño -y de cualquier época- es ideal el consumo de cítricos (naranjas y limones), cuyo alto contenido en vitamina C ayuda a elevar las defensas naturales del organismo. También son ricos en esta sustancia el tomate y el kiwi.
El consumo de caldos calientes, nos permite mantener nuestra temperatura corporal en 37º. Los caldos y sopas son una gran fuente de hidratación, necesaria siempre y especialmente en casos de mucosidad.
Según un estudio de la Universidad de Nebraska, la sopa que contiene pollo, cebolla, zanahoria apio perejil y pimienta, alivia la congestión nasal.
Otro estudio indica que estas sopas mejoran la protección nasal reforzando a los cilios, previniendo la entrada de agentes infecciosos.
Las proteínas contienen aminoácidos como la cistina que mejora la mucosidad
Una sopa energética nos proporciona una buena termorregulación.
Las sopas más recomendables son las tradicionales que contengan legumbres, arroz o pasta, verduras variadas y pollo/gallina: cocido madrileño, pote gallego, sopa castellana…
Cuando hablamos de primeros auxilios nos referimos a la asistencia que se presta a una persona accidentada o que se ha puesto enferma de forma repentina e inesperada en el mismo lugar donde se produce, hasta la llegada de la asistencia sanitaria, evitando así que las lesiones se agraven e incluso permitan solucionar los casos más leves.
Los accidentes leves se producen con cierta frecuencia en nuestra vida diaria, ¿quién no ha sufrido un corte, ha tenido una herida, ha sufrido una caída o una quemadura a lo largo de su vida o en su entorno más cercano? Unos mínimos conocimientos en Primeros Auxilios permiten realizar una atención adecuada y evitan, en muchos casos, complicaciones que pudieran agravarlos.
Sin embargo, en ocasiones las personas pueden estar en una situación que revista una mayor gravedad, como pacientes que presentan síntomas compatibles con una enfermedad cardiovascular: un infarto agudo de miocardio, un ICTUS o incluso una parada cardiaca. El saber actuar en estos casos, por parte de los primeros intervinientes, logra que la actuación sanitaria se realice en mejores condiciones y que la probabilidad de supervivencia de los mismos aumente.
El lugar idóneo para realizar esta educación en primeros auxilios es en las escuelas, por donde pasa la mayoría de la población en un momento óptimo para el aprendizaje.
Lo primero que debemos realizar en cualquier circunstancia es mantenernos tranquilos, asegurarnos que quien presta la ayuda y la persona que va a ser auxiliada se encuentran en un lugar seguro y llamar a los servicios de emergencia, a través del teléfono 112/061 (en algunas provincias españolas), para que la ayuda llegue lo más precozmente posible.
En esta llamada al 112 es importante que digamos la situación exacta de donde nos encontramos: la calle, número, piso y/o algún punto de referencia que permita localizar nuestra ubicación lo más rápidamente posible. También se recomienda aportar información sobre lo que ha ocurrido, del número de pacientes o heridos y de las lesiones que presentan aparentemente.
Es importante que esta acción de llamar al 112 para pedir ayuda se la inculquemos a nuestros hijos ya desde edades tempranas, explicándoles que situaciones pueden constituir una emergencia y cuando deben llamar al teléfono de emergencias.
En todas las centrales de Coordinación de Emergencias hay profesionales sanitarios las 24 horas del día todos los días del año, por tanto, en caso de necesidad, ellos pueden prestar consejo telefónico sobre lo que se debería realizar en esos primeros momentos.
Una vez realizado esto pasaremos a socorrer a la persona con los recursos disponibles en ese momento.
Lo primero que deberemos valorar es la gravedad de la situación, realizaremos una primera evaluación del nivel de conciencia. Para ello nos acercaremos a la persona y le preguntaremos ¿Cómo se encuentra? ¿Qué le ocurre?
Si la persona nos contesta es un signo inequívoco de que la persona está consciente, lo colocaremos en posición lateral de seguridad y preguntaremos que le ocurre y en que podemos ayudarle.
Si por el contrario, el paciente no responde ni tan siquiera a estímulos, como zarandear levemente los hombros, el siguiente paso a realizar es comprobar que el paciente respira. Para comprobar la respiración debemos traccionar de su frente hacia atrás y elevar ligeramente la mandíbula, acercaremos nuestra mejilla a la boca del paciente y miraremos hacia su pecho de forma que podamos sentir, oír y ver la respiración o la presencia de movimientos torácicos.
Si el paciente respira con normalidad, lo pondremos en posición lateral de seguridad.
Si no respira con normalidad, avisaremos al 112 e iniciaremos las maniobras de reanimación cardiopulmonar ya que el paciente probablemente se encuentra en parada cardiorrespiratoria. La reanimación cardiopulmonar la iniciamos con las compresiones torácicas efectivas. Consideramos que estas son efectivas cuando las realizamos en el centro del pecho y hundimos el tórax unos 5-6 cm, a una frecuencia de 100-120 compresiones por minutos, y debemos dejar que tras cada compresión el tórax vuelva a la posición inicial, es decir, que reexpanda totalmente. Si estamos entrenados, daremos 30 compresiones y dos ventilaciones de rescate, si no, realizaremos compresiones de forma ininterrumpida hasta la llegada de los servicios de emergencia.
Haremos un breve repaso sobre cuatro situaciones que ocurren en nuestra vida cotidiana con cierta frecuencia:
En el caso de presentar una herida con sangrado activo lo que debemos hacer en primer lugar es lavar la herida con agua y jabón y aclararla con abundante agua. Para detener la hemorragia deberemos colocar un pañuelo o una gasa limpia y presionar directamente sobre la misma. Si persistiera la hemorragia y la gasa o el apósito estuviera empapado no debemos retirarlo, pondremos otro encima y continuaremos con la presión sobre la herida, hasta que deje de sangrar, y posteriormente mantendremos la presión con un esparadrapo o venda. Se recomienda elevar el miembro afectado si las lesiones lo permiten, para disminuir el sangrado.
Si hubiera algún objeto clavado, no debe extraerse, ya que podría empeorar la situación y aumentar el sangrado. Lo recomendable es que lo fije para que no se mueva y se extraiga en un centro sanitario.
En el caso que persista el sangrado o la herida sea profunda o muy amplia, con los bordes muy separados, deberá acudir a un centro médico. También deberá acudir al médico en caso de heridas que pueden haberse infectado, esto lo sospechará si en la zona donde se produjo la herida aparece enrojecimiento, calor, hinchazón, supuración o incluso fiebre.
No se recomienda hacer torniquetes salvo en casos de hemorragia masiva, como puede producirse en el caso de una amputación, que pueda poner en peligro la vida de la persona.
Otra serie de cosas que no se recomienda hacer en las heridas y que se hacen con cierta frecuencia es utilizar soluciones que tiñen la herida, como mercurocromo, o echar alcohol ya que no sólo no desinfecta si no que además puede provocar quemaduras en los bordes de la herida.
En las quemaduras, lo primero que debemos realizar es retirar a la persona de la fuente de calor. En el caso de quemaduras eléctricas, antes de tocar a la persona, deberemos asegurarnos que no está en contacto con la fuente eléctrica.
Tras esto deberemos quitar la ropa que esté encima de la quemadura, salvo que esté adherida a la piel, y enfriar la quemadura con agua corriente durante 15-20 minutos. No debemos aplicar ninguna crema ni pasta a la superficie quemada. Tampoco debemos romper las ampollas que se hayan producido. La taparemos con un paño limpio humedecido y acudiremos al Centro de Salud para que valoren el grado de la misma y apliquen el tratamiento más adecuado. Se puede administrar al lesionado algún analgésico, tipo paracetamol o ibuprofeno. En el caso de las quemaduras debemos tener especial cuidado si estas afectan a la cara, manos, pies, pliegues o genitales ya que pueden presentar complicaciones graves.
El atragantamiento u obstrucción de la vía aérea por un cuerpo extraño es una situación potencialmente grave que puede resolverse satisfactoriamente si realizamos una actuación correcta. Generalmente las personas están comiendo, en el caso de los niños, sobre todo de corta edad, puede estar jugando, y presentan un acceso brusco de tos, que puede acompañarse de dificultad para hablar o respirar, incluso si la obstrucción es grave aparece un tono azulado alrededor de los labios, dejan de respirar y pueden perder el conocimiento.
Suele ser fácilmente reconocible porque habitualmente la persona pone sus manos alrededor del cuello y tose al mismo tiempo.
En el caso de obstrucciones leves la persona está consciente y suele toser con fuerza. Lo que debemos hacer es colocar en posición incorporada, ligeramente inclinado hacia delante y animarle a que siga tosiendo.
Si la persona es incapaz de hablar, tiene una tos débil o es incapaz de respirar podemos estar ante una obstrucción grave de la vía aérea. En este caso lo que debemos hacer es incorporar a la persona y apoyar una de nuestras manos en el pecho de la víctima, inclinándola hacia delante y a continuación le daremos 5 golpes fuertes en la espalda, entre las dos escápulas, con el talón de la otra mano. Si la obstrucción no se resuelve deberemos realizar 5 compresiones abdominales. Para ello nos situaremos detrás de la víctima, la inclinaremos hacia delante y colocaremos el puño cerrado de nuestra mano entre el ombligo y el esternón. Agarraremos con la otra mano el puño y empujaremos 5 veces seguidas hacia arriba y hacia atrás.
Deberemos alternar las compresiones en la espalda y en el abdomen hasta que se resuelva la obstrucción o la persona pierda el conocimiento.
En el caso que la persona deje de respirar y pierda el conocimiento, deberemos apoyar a la víctima en el suelo, boca arriba, llamar al 112 e iniciar compresiones torácicas como las descritas para hacer la reanimación cardiopulmonar.
Las convulsiones son consecuencia de una actividad neuronal anormal y pueden manifestarse de diferentes formas, con pérdidas bruscas de conciencia, rigidez, flacidez o movimientos involuntarios de un músculo o una parte del cuerpo o desconexión del entorno con mirada perdida. Es frecuente que la persona presente rigidez de la mandíbula y presente la boca morada y cerrada con fuerza, ocasionando a veces mordedura en la lengua. También es frecuente que el paciente tenga incontinencia de esfínteres. Normalmente duran menos de 5 minutos y ceden espontáneamente.
Las causas que originan una convulsión pueden ser muy variadas, como traumatismos, fiebre, una disminución del azúcar en sangre (hipoglucemia), algunos fármacos o enfermedades neurológicas, entre otras.
Tras la convulsión es frecuente que la persona se quede adormilada, confusa y/o desorientada durante un breve periodo de tiempo hasta que recupera totalmente la normalidad.
En el caso de ser testigos de personas que están teniendo una convulsión debemos permanecer con ellos durante todo el tiempo que dure la convulsión, la colocaremos en un lugar seguro, es recomendable recostarla sobre el suelo, si es posible la tumbaremos de lado, y pondremos su cabeza sobre algo suave y plano (una chaqueta, almohada, toalla, etc.) y evitaremos que se golpee con cualquier objeto hasta que ceda completamente. No debemos sujetarlos para impedir los movimientos ni introducir nada en la boca ya que podríamos producirle lesiones en los dientes o en la mandíbula. No le de agua o alimentos hasta que la persona esté totalmente recuperada.
Si la convulsión dura más de 5 minutos llame al 112.
El concepto de “chequeo” o revisión médica en personas sanas con carácter preventivo nace en los años 50 del siglo pasado en EEUU, partiendo de la idea de las compañías aseguradoras laborales (HMO) de intentar adelantar el diagnóstico de las enfermedades más frecuentes y graves en el ambiente laboral para minimizar los costes de los seguros. En un país sin sanidad pública como EEUU esto generó el concepto de que con las revisiones preventivas se ganaba en salud, por lo que el modelo se entendía como algo positivo y se extendió por todo el mundo.
Actualmente sabemos que este concepto es erróneo y que ha generado lo que conocemos como “prevención cuaternaria”, es decir, intentar evitar la iatrogenia (el daño que generan las actuaciones sanitarias excesivas) ante la abundancia de efectos secundarios que generan los “chequeos” de forma periódica.
Abandonando los conceptos de chequeos en población sana, lo que se mantiene son las estrategias de detección precoz o cribado de algunas enfermedades como diferentes tipos de cáncer, presencia de factores de riesgo cardiovascular o algunas enfermedades autoinmunes.
Envejecer con salud no está vinculado a una edad específica y la promoción de la salud; mediante hábitos saludables en alimentación y ejercicio debe empezar incluso desde la infancia. No obstante, a partir de los 50 años hay algunas enfermedades en las que hay que prestar especial atención, como el cribado de cáncer de mama, con la realización de mamografías bienales hasta los 70 años; o el cáncer de colon, con determinación de sangre oculta en heces cada dos años entre los 50 y 70 años.
También en estas edades debe mantenerse el cribado de cáncer de cuello de útero (iniciado a los 25 años) con citologías cada 3-5 años, así como la detección de factores de riesgo cardiovascular con toma de tensión arterial, peso y talla cada 2 años, detección de colesterol y glucemia en sangre cada 5 años y evaluación de hábitos tóxicos (alcohol, tabaco y otras drogas) cada 2 años.
Además de mantener lo expuesto en la pregunta anterior, a partir de los 60 años se abre el importante campo de la vacunación en adultos, que si bien debería valorarse con continuidad a partir de los 14 años, tiene a partir de esta edad dos hitos fundamentales. La vacunación antigripal, de forma anual y la antineumocócica, que puede ser con una sola dosis en caso de la vacuna conjugada o cada cinco años en el caso de la polisacarida (está ultima financiada en toda España, mientras que la primera solo en algunas Comunidades Autónomas)
Tal y como hemos expuesto, el concepto “chequeo” debería abandonarse, sustituyéndose por el concepto de promoción de la salud, muy relacionado ahora con las diferentes Estrategias de atención a las enfermedades crónicas.
Difundir entre las personas (e incluso entre los pacientes) cuáles son los hábitos saludables y los tóxicos; cómo podemos evitar las enfermedades sin recurrir a pruebas diagnósticas como único requisito y cómo debemos autogestionar nuestras enfermedades crónicas, forma la base de sistemas sanitarios sostenibles y de un mayor aumento de la supervivencia y, sobre todo, de la calidad de vida en las personas mayores.
Debemos mantener actividades sanitarias que demuestren su utilidad en el descenso de la mortalidad de las enfermedades o el aumento de la calidad de vida de los pacientes, evitando aquellas que inducen falsos diagnósticos o tratamientos que generan daño.
Las infecciones del tracto urinario (ITUs) en general, y las que afectan a la parte inferior de la vía urinaria en particular (cistitis), son la segunda causa en importancia de las infecciones atendidas en Atención Primaria, después de las respiratorias. Así, en una encuesta epidemiológica realizada en 2007 a más de 6.500 mujeres en España, casi una de cada cuatro. había presentado al menos un episodio de cistitis en su vida; lo cual da idea de la alta prevalencia de este tipo de infección en la práctica clínica habitual del médico de Familia.
Existen diversos factores que inciden en la aparición de las infecciones urinarias, y son variables en función de la edad y sexo. En mujeres jóvenes: los antecedentes de ITUs en la madre, el uso de espermicidas y las relaciones sexuales. En mujeres postmenopáusicas: antecedentes de ITUs previas en la edad fértil. En varones jóvenes: son poco frecuentes y en relación con la actividad sexual. En los mayores de 50 años: relacionados con la patología prostática. En ambos sexos y mayores de 80 años: gran impacto de las hospitalizaciones, estar institucionalizado o ser portadores de sondas permanentes de orina.
Por otro lado, existen alteraciones del flujo urinario, como en el embarazo, en las malformaciones del aparato urinario o en ciertas enfermedades (diabetes, cánceres, enfermedades neurológicas, etc.) que predisponen o agravan las ITUs.
La respuesta es rotundamente no. Las infecciones de orina tienen peculiaridades distintas dependiendo de diferentes factores, como por ejemplo los siguientes: el sexo, la edad, la presencia de alteraciones estructurales de la vía urinaria o la necesidad de un sondaje vesical prolongado, entre otros.
Por su localización, las infecciones urinarias se clasifican en: infecciones inferiores o de vías bajas (cistitis, uretritis y prostatitis) y superiores o de vías altas (pielonefritis agudas, nefritis bacteriana aguda, absceso intrarrenal y absceso perinéfrico). Así, normalmente en las infecciones de vías altas y en la prostatitis existe invasión tisular, lo que conlleva un manejo diferente y un tratamiento más prolongado.
Más que de cronificación hay que hablar de recurrencias, es decir, aparición de episodios de ITUs, 3 o más en un año después de una ITU “curada”. En mujeres jóvenes obedecen a la actividad sexual y en postmenopáusicas al déficit de estrógenos.
Los principales factores de riesgo para padecer ITUs recurrentes son la incontinencia urinaria, cirugía urogenital previa, patología urológica (cálculos, procesos que produzcan obstrucción, prostatitis crónica, vejiga caída, sondaje permanente etc.), presencia de diabetes mellitus, enfermedades neurológicas (lesión medular, esclerosis múltiple, ictus, etc.) y antecedentes de ITUs en la infancia, o en mujeres con antecedente de ITU en la madre o haber tenido ITUs antes de la menopausia.
Las personas que se automedican o no cumplen las pautas de tratamiento como ha indicado el profesional sanitario, corren el riesgo de infecciones difíciles de erradicar por la aparición de gérmenes resistentes a los antibióticos.
Las infecciones urinarias son más frecuentes en la mujer; sin embargo, en los varones la mayoría de las infecciones urinarias se consideran complicadas, que son aquellas infecciones asociadas con anomalías funcionales y/o estructurales de la vía urinaria; por tanto, siempre requieren estudio.
Volviendo al caso de la mujer, en el intervalo de edad comprendido entre los 15 y los 50 años, el principal factor favorecedor de infección urinaria es el coito, hasta el punto de poder afirmarse que el inicio de la actividad sexual multiplica el riesgo de padecer infección urinaria hasta en 3’5 veces.
El diagnóstico se fundamenta en los síntomas clínicos como micción dolorosa, escozor e imperiosidad de orinar, micciones frecuentes con poca orina, dolor en la parte baja del abdomen u orina con sangre, síntoma este último que asusta mucho a las personas pero que no reviste gravedad. Si la infección es de vías altas, como la pielonefritis, o es complicada aparece dolor en la zona de los riñones o síntomas generales como fiebre, cefalea, escalofríos, nauseas, vómitos, malestar general.
El diagnóstico se completa con la exploración física por parte del médico, y en algunas ocasiones, será necesario realizar una tira reactiva de orina en la propia consulta o solicitar al laboratorio un cultivo de orina.
Ante una clínica sugestiva de infección urinaria lo adecuado es consultar con su médico de Familia, para la adecuada filiación del proceso e instaurar el tratamiento más idóneo según las características del paciente. Entre las medidas no farmacológicas que se pueden tomar se encuentra una ingesta hídrica abundante, el realizar micciones frecuentes y el aplicar calor en la zona baja del abdomen.
Las medidas preventivas tienen como fin proteger a las personas frente a la infección, mejorando los mecanismos de defensa.
En población general, son recomendables medidas de higiene urogenital: limpieza perineal correcta (especialmente en niñas en edad escolar), micciones frecuentes, vaciar totalmente la vejiga al orinar, corregir el estreñimiento (por la proximidad del colon con el aparato urogenital, lo que facilita la infección de orina por contigüidad), y evitar baños prolongados y jabonosos. En mujeres embarazas, debe hacerse un cribado sistemático de infecciones de orina durante todo el embarazo. Las infecciones no tratadas pueden provocar partos prematuros y recién nacidos de bajo peso.
Los enfermos crónicos polimedicados deben informar y comentar con su médico de familia los fármacos que toman, ya que alguno de ellos puede precipitar o agravar las infecciones de orina.
Si se trata de mujeres jóvenes que utilizan espermicidas, se aconseja cambiar de método anticonceptivo.
Existen diferentes estudios publicados sobre este aspecto; sin embargo, los datos aportados por dichos estudios arrojan resultados controvertidos que no permiten hacer extensivo las recomendaciones dietéticas en la prevención de la infección urinaria. En el caso concreto de la administración oral de preparados a base de arándanos parece que éstos inhiben la adhesión de los patógenos a las células uroepiteliales, pero no se pueden sacar conclusiones científicas porque los estudios con ellos difieren mucho unos de otros. Esto mismo es extensivo a otras medidas preventivas enfocadas a la acidificación de la orina, al uso de la fructosa contenida en la fruta o al uso de probióticos para restablecer la ecología vaginal en la mujer.
El avance en los tratamientos son las recomendaciones en las Guías de práctica clínica de pautas cortas de antibióticos e indicados por un profesional sanitario, insistiendo en el cumplimiento de las pautas posológicas: dosis, horario y duración del tratamiento y evitando la automedicación. Se incide en estos puntos porque actualmente existe un problema de salud pública de gran magnitud a nivel mundial, debido a la resistencia de los gérmenes a los antibióticos por el mal uso y abuso de los mismos.
Otro avance son las vacunas orales e intranasales preparadas a partir de extractos de bacterias uropatógenas, moderadamente efectivas para prevenir las recurrencias. No existen estudios adecuados que evalúen la efectividad de otras preparaciones comercializadas.